El mundo pinta naturalezas muertas, sucumben los bosques naturales, se derriten los polos,
el aire se hace irrespirable y el agua intomable,
se plastifican las flores y la comida, y el cielo y la tierra se vuelven locos de remate.
Y mientras todo esto ocurre, un país latinoamericano, Ecuador, está discutiendo una nueva Constitución.
Y en esa Constitución se abre la posibilidad de reconocer,
por primera vez en la historia universal, los derechos de la naturaleza.
La naturaleza tiene mucho que decir, y ya va siendo hora de que nosotros, sus hijos,
no sigamos haciéndonos los sordos.
Y quizás hasta Dios escuche la llamada que suena desde este país andino,
y agregue el undécimo mandamiento que se le había olvidado
en las instrucciones que nos dio
desde el monte Sinaí: “Amarás a la naturaleza, de la que formas parte”.
Por Eduardo Galeano

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