Ocurrió en Chicago, en 1886.
El primero de mayo, cuando la huelga obrera paralizó Chicago
y otras ciudades, el diario «Philadelphia Tribune» diagnosticó:
El elemento laboral ha sido picado por una especie de tarántula
universal, y se ha vuelto loco de remate.
Locos de remate estaban los obreros que luchaban por la
jornada de trabajo de ocho horas y por el derecho a la
organización sindical.
Al año siguiente, cuatro dirigentes obreros, acusados de
asesinato, fueron sentenciados sin pruebas en un juicio
mamarracho.
Georg Engel, Adolf Fischer, Albert Parsons y Auguste Spies
marcharon a la horca.
El quinto condenado, Louis Linng, se había volado la cabeza
en su celda.
Cada primero de mayo, el mundo entero los recuerda.
Con el paso del tiempo, las convenciones internacionales,
las constituciones y las leyes les han dado la razón.
Sin embargo, las empresas más exitosas siguen sin enterarse.
Prohíben los sindicatos obreros y miden la jornada de trabajo
con aquellos relojes derretidos que pintó Salvador Dalí.
Eduardo Galeano
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