20.4.18

" La gran ciudad flotante."


"A principios del siglo quince, el almirante Zheng, comandante de la flota china, grabó en piedra, en las costas de Ceylán, su homenaje a Alá, Shiva y Buda. Y a los tres pidió, en tres idiomas, la bendición de sus marineros.

Zheng, eunuco fiel al imperio que lo había mutilado, encabezó la flota más grande de cuantas hayan navegado los mares del mundo.

Al centro, las naves gigantes, con sus huertos de frutas y legumbres, y alrededor un bosque de mil mástiles:
Se despliegan las velas como nubes del cielo...

Los barcos iban y venían entre los puertos de China y las costas del África, pasando por Java y la India y Arabia y... Los marineros partían de China llevando porcelanas, sedas, lacas, jades, y volvían cargados de historias y de plantas mágicas y de jirafas, elefantes y pavos reales.
 Descubrían idiomas, dioses, costumbres.
 Conocieron las diez utilidades del coco y el inolvidable sabor del mango, descubrieron caballos pintados a rayas blancas y negras y aves de largas patas que corrían como caballos, encontraron incienso y mirra en Arabia, y en Turquía piedras raras, como el ámbar, al que llamaron saliva de dragón.
 En las islas del sur fueron asombrados por pájaros que hablaban como hombres y por hombres que llevaban un sonajero colgando entre las piernas, para anunciar sus virtudes sexuales.

Los viajes de la gran flota china eran misiones de exploración y de comercio.
 No eran empresas de conquista.
 Ningún afán de dominio obligaba a Zheng a despreciar ni a condenar lo que encontraba. 
Lo que no era admirable resultaba, al menos, digno de curiosidad.
 Y de viaje en viaje iba creciendo la biblioteca imperial de Pekín, que en cuatro mil libros reunía los saberes del mundo.

Seis libros tenía, por entonces, el rey de Portugal."

EDUARDO  GALEANO

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